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Recuerdo ese día como uno de los más raros de mi vida.
Esa semana fue muy extraña. Empecé a cancelar planes... Una comida, una cena, una escapada rural...
Ya se veía venir, pero no nos lo creíamos.
La llamada de mi padre al cerrar la tienda a mediodía me cayó como un jarro de agua fría "Mañana no podrás abrir la tienda. Acaban de decir en la tele que nos van a confinar durante 15 días"
Seguro que lo recordáis tan bien como yo. Cada uno nos enteramos de una manera distinta pero apuesto a que el sentimiento de todos, era muy similar.
Me fui a comer con mi madre, como cada día entre semana, y me despedí de ella pensando que muy pronto la vería. Volví a la tienda. Tenía que recoger. No sabía muy bien el qué, pero no quería cerrar sin más. ¿Cerrar sin poner un cartel? ¿Y qué mensaje escribo a los clientes?
"No te preocupes cariño. Se van a ir enterando de todo por la tele. No es necesario que pongas nada", me dijo mi chico. Y así lo hice, me fui sin poner nada.
Así que atendí a unas cuantas personas de última hora, llené una bolsita de hilos para hacer labores en esos días de confinamiento y a las ocho y unos minutos estaba cogiendo el bus de vuelta a casa.
Había mucho silencio. Y ya se empezaban a ver mascarillas y a respetar la distancia interpersonal.
Llegué llorando a casa sin entender muy bien qué pasaba y cómo lo íbamos a afrontar.
¿Qué iba a pasar a partir de ahora?
Saqué a pasear a Luca al "parque de los perritos" para que se divirtiera un poco con sus amigos, mientras los dueños, aturdidos, manteníamos la distancia social sin apenas decir palabra. No había ánimo para nada.
Volví a casa, y así, sin más, empezó a cambiar la vida para todos.
Aplausos, videollamadas, mascarillas, distanciamiento, desinfectantes, guantes, lavadoras a 60 grados, mamparas de seguridad, no poder salir de casa....
Lo que iban a ser 15 días pasaron a ser 2 meses (en algunos casos más), hasta que el 11 de mayo vuelvo a abrir la tienda porque se me permitía hacerlo con cita previa (¡cita previa!)
La sensación fue muy rara.. Y es que cuándo cerré el 13 de marzo, la vida era una manera, y cuándo volví el 11 de mayo era de otra distinta. Tocaba volver a empezar.
Sin duda lo más dificil para mi, fue y todavía es, ver las colas de espera. En el super, en las farmacias, en las tiendas, ¡en mi tienda!
No es la cola de la carnicería el día de Nochebuena, es la cola consecuencia de una pandemia. Es pensar automáticamente que todas esas personas están ahí fuera esperando pacientemente a que las atiendas, de pie, manteniendo la distancia de seguridad entre ellas, mirando el móvil o aprovechando para desinfectarse las manos, mirando tu escaparate o comentando a distancia el rato que llevan ya ahí fuera.
Y mientras tanto tú, desde el otro lado de la mampara, te esfuerzas por hacer las cosas lo mejor que puedes. Atiendes con el cariño que las circunstancias te permiten, pides por favor que no se entretengan por respeto a los que están ahí fuera, indicando que por favor se coloquen bien la mascarilla sin tocarla más de lo necesario. Siendo más breve que antes en las conversaciones queriendo no resultar desagradable.
Ésto no es fácil para nadie.
Por eso, QUIERO DAR LAS GRACIAS, a las personas. A todos los que estáis leyendo ésto aunque no nos conozcamos, y a mis clientes en especial, por vuestra paciencia, apoyo, cariño, respeto y fidelidad. Vuestra acogida ha sido algo impresionante.
También a mis familiares y amigos por su apoyo incondicional. A mis seguidores en redes, y a esos grupos tan guays de Alucheros, que apoyáis al comercio del barrio, y a sus administradores por permitir publicitarnos. ¡GRACIAS de verdad!
Ahora, mas que nunca, tenemos que estar unidos porque nos vamos a necesitar todos mucho. Con actitud responsable y positiva conseguiremos vencer al virus
Ya sabéis, lavaos las manos mucho y cuidaos mucho más
¡Besos virtuales y ánimo a todos!
Elena